
Nunca había experimentado dos sentimientos tan opuestos al mismo tiempo hasta que tuve que empezar a usar el andador y la silla de ruedas por primera vez. Les juro que hice todo lo que estuvo en mis manos para retrasar ese momento. Me esforzaba mucho para mantener el mismo ritmo de siempre, me aguantaba de cualquier cosa para llegar a los sitios y buscaba alternativas constantemente con tal de no usar nada para caminar.
Sin embargo, la progresión de la condición era muy evidente y aunque mi mente no quería aceptarlo, mi cuerpo lo reflejaba claramente. Las caídas se volvieron frecuentes, tanto en casa como en la calle o en el trabajo. Comencé a sufrir golpes, mi cuerpo se debilitaba demasiado y después de cada caída pasaba horas intentando calmarme, pues experimentaba taquicardia, temblores y rigidez corporal.
Aun pasando por todo esto, seguía en negación, pues me daba vergüenza que la gente me viera con andador. No quería que sintieran lástima o pena, ni que me minimizaran en el trabajo o pensaran que no era capaz. Es muy difícil soltar algo a lo que estamos acostumbrados, en mi caso, una forma de vivir muy distinta a la que me estaba enfrentando.

Llegó el día en que tuve que elegir entre el qué dirán o tomar el andador y simplificar mis días. Fue una transición sumamente difícil. Me sentía muy expuesta, vulnerable y pensé que jamás lo lograría. Empecé a usarlo esporádicamente y para mi sorpresa, mientras más lo usaba más segura me sentía. Las caídas disminuyeron y seguía manteniendo mi independencia. El tiempo me mostró que fue la mejor decisión y las personas más importantes para mí me lo reafirmaban.
Una vez le comenté a alguien que sentía que la gente me miraba con pena por usar mi andador o silla de ruedas, a lo que me contestó: '¿Y no has pensado que te ven con admiración? Porque yo te veo y veo a una mujer fuerte, bella y carismática que va de frente a la vida, lista para comerse el mundo'.
Esa respuesta me hizo reflexionar demasiado y desde entonces decidí cambiar el enfoque. Quizás no puedo controlar lo que piensen los demás, pero sí puedo cambiar la forma en que me veo a mí misma.

Desde ese momento, me propuse empoderar mi silla de ruedas y mi andador, haciéndolos parte de mis outfits, mis viajes y mi rutina diaria. Decidí interactuar de manera positiva con ellos, en lugar de enfocarme en lo "fea" que podía verme o en la vergüenza que me daba usarlos, me enfoqué en todo lo bueno que eso traería a mi vida: mayor seguridad, independencia, agilidad para moverme, comodidad al viajar y sobre todo, tranquilidad para quienes cuidan de mí.
Usar un andador o silla de ruedas puede ser un proceso emocionalmente difícil al principio y con muchos sentimientos encontrando, en especial de vergüenza y resistencia. Sin embargo, cuando cambiamos la forma en que los vemos, podemos convertirlos en herramientas poderosas que nos brindan seguridad y libertad. Esto no solo cambia el cómo nos vemos a nosotros mismos, sino también cómo nos ven los demás, transformando la compasión en admiración y permitiéndonos vivir con orgullo y dignidad.
¡Aquí estamos para romper barreras!
¡Un abrazo!

"Una forma de vivir muy distinta"... Así es. A mi andador, lo llamo "Mi Mercedes"; con él volví a ser libre!!! Voy a mis citas, SOLA y me muevo SOLA con seguridad. Te llevo unos cuantos añitos (56), pero eres admirable. La EM no nos detiene y éso es lo importante. Mucha fuerza y que Dios te bendiga siempre. 🙌❤️✌️