Cuando me diagnosticaron esclerosis múltiple, sentí que mi vida se detuvo por completo. Mis planes parecían derrumbarse por las limitaciones que la condición podría causarme. Solo pensaba en todo lo que no podía hacer, los planes que ya no se harían realidad y todo lo que no tenía en ese momento. Realmente es una reacción justa y normal, pues después de ser una persona completamente saludable e independiente, de repente ver tantas pérdidas significativas, cualquiera comienza a extrañar su vida anterior y a sumergirse en el NO; dándole paso al coraje, frustración y a la tristeza más grande que existe.
Un día me di cuenta de que ya no disfrutaba como antes, que nada me llenaba y que solo pensaba en lo que quería que fuera y no fue. Comencé a perder interés en las cosas que más me gustaban, no me importaba si cuidaba o no de mi salud, y sentía que mi vida no tenía ningún propósito. Como resultado, no me esforzaba en absoluto para mejorar.
Después de un tiempo, empecé a notar que todo a mi alrededor seguía avanzando menos yo, y que enfocarme en lo negativo del diagnóstico nunca me dio resultados, así que decidí intentar cosas diferentes. Vi muchas historias de superación que me hicieron valorar mi situación actual y preguntarme: “Si otras personas con situaciones más complejas pueden, ¿por qué yo no?” Leí muchos libros de autoayuda que me enseñaron sobre autoconocimiento, amor propio y aceptación, pero los que más impactaron mi manera de pensar fueron aquellos que hablaban de la ley de atracción y de cómo tener el enfoque correcto te ayuda a sobrellevar ciertas situaciones.
Una vez entendí que cambiar el enfoque era vital para mi proceso, decidí concentrarme en lo que me hacía bien: una dieta saludable, actividad física, suplementos, el manejo del estrés, terapia psicológica, entre otras cosas. Creí firmemente en la idea de que donde dirigiera mi enfoque, atraería más de eso a mi vida. Este cambio de mentalidad no solo ha contribuido a mantener mi condición estable, sino que también ha resaltado mi resiliencia y fortaleza.
No puedo controlar ni borrar el hecho de que tengo una condición degenerativa y sin cura, pero sí tengo el poder en mis manos de hacer todo lo posible para mantener una salud más estable y llevadera. Puedo ajustar y buscar alternativas para seguir disfrutando y haciendo todo lo que me gusta. Y, por último y no menos importante, puedo utilizar mi adversidad como mi mayor fortaleza para seguir soñando en grande.
No sé cómo explicarlo, pero el diagnóstico despertó en mí un sentido de vivir al máximo increíble. Antes posponía mucho, asumiendo que tendría todo el tiempo del mundo para hacerlo. Sin embargo, hoy día es todo lo contrario: aprovecho cada momento para hacer lo que me llena el alma. Por ejemplo, viajar me hace muy feliz y hoy día se ha convertido en una aventura diferente, pero no menos emocionante. Con determinación y mi silla de ruedas, estoy explorando el mundo de una manera que nunca habría imaginado.
En este cambio de perspectiva, he aprendido que donde pones tu enfoque, amplificas.
¿Y tú, qué estás amplificando?
¡Un abrazo!
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