Cuando hablamos de Esclerosis Múltiple, también debemos hablar de sus tratamientos.
La Esclerosis Múltiple es una condición del sistema nervioso central que afecta el cerebro, la médula espinal y el nervio óptico. En esta enfermedad, el sistema inmunológico ataca la mielina, el material que rodea y protege las células nerviosas, lo que forma lesiones (también conocidas como manchas o placas) que pueden bloquear la comunicación entre el cerebro y el cuerpo, provocando daños cognitivos y afectando las habilidades motoras.
Es importante saber que actualmente esta condición no tiene cura. Sin embargo, existen más de 20 tratamientos aprobados para acelerar la recuperación después de los ataques (recaídas), retrasar el progreso de la enfermedad y aliviar los síntomas. Los tratamientos más comunes incluyen pastillas, inyecciones o infusiones. Algunas personas tienen síntomas tan leves que no requieren tratamiento.
La forma de tratar la condición la determina tu neurólogo, basándose en la progresión de la enfermedad, condiciones previas, entre otros factores. No obstante, como paciente, estás en tu derecho de aceptar o rechazar un medicamento, e incluso de pedir otras opciones con las que te sientas más cómodo. De igual manera, si prefieres alternativas naturales en lugar de medicamentos, también estás en tu derecho.
En mi caso, he experimentado tres tratamientos diferentes. Comencé con pastillas, luego pasé a una infusión cada seis meses, y actualmente me inyecto una vez al mes. Emocionalmente, ha sido un proceso complicado porque tenía esa idea de que, mientras más cambiara de tratamiento, significaba que estaba empeorando. Al hablar con otros pacientes, me di cuenta de que esto es algo completamente normal, e incluso necesario, ya que debemos encontrar el tratamiento que nuestro cuerpo tolere mejor.
Así que, fue vital entender que cambiar de tratamiento no es sinónimo de empeoramiento; al contrario, es asegurarse de que el cuerpo reaccione bien y que tenga el efecto deseado.
Ahora bien, siempre he creído que para obtener el máximo beneficio de un medicamento y reducir sus efectos secundarios, es importante complementarlo con otras prácticas, como:
• Terapia física/ocupacional
• Ejercicio tres veces por semana
• Alimentación balanceada
• Suplementos, especialmente vitamina D
• Estiramientos matutinos
• Técnicas de manejo del estrés
• Terapia psicológica
• Medicina natural
• Entre otras alternativas
Muchas veces dejamos todo en manos de los medicamentos sin hacer un esfuerzo adicional, y ahí puede estar la diferencia. Yo lo descubrí cuando empecé a hacer ejercicio de manera constante. Aunque me había mantenido bastante estable con las inyecciones, no fue hasta que empecé a suplementarme, mejorar mi alimentación y entrenar en el gimnasio que vi un cambio radical. Incluso, en mi última cita, mi neuróloga me felicitó y me dijo: “Sea lo que sea que estés haciendo, sigue, porque los cambios son impresionantes”.
Por eso, te invito a que des lo mejor de ti por tu salud. Siempre consulta con tu médico cualquier duda o inquietud que tengas sobre tu tratamiento o sobre otras alternativas. Todo lo que nos ayude a mantenernos estables y mejorar nuestra calidad de vida vale la pena intentarlo.
“Se vale todo menos quitarse”
¡Un abrazo!
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